Cualquier parecido con la realidad, no es coincidencia.
Érase una vez un señor a quien llamaré “Fulano” –quien se
sienta aludido con la presente historia, me disculpe- que trabajó arduamente en
la campaña política de un alcalde, o alcaldesa, a quien llamaré “Gobernador” por
llamarlo, o llamarla de alguna manera.
Pues bien, resulta que Fulano era un tipo muy trabajador,
una persona emergente que siempre buscó ocuparse por los demás porque sabía que
de alguna manera u otra obtenía reconocimiento de los vecinos, dirigentes,
policías, etc.
Todo esto, ayudaba a Fulano en su negocio de profesor de
teatro, ya que haciéndose más conocido por sus buenas obras, todos preferían acudir
a él para que sus hijos mataran el tiempo libre de buena manera.
El principal rival de
Fulano siempre fueron los gobernadores de su distrito, quienes nunca querían
destinar dinero para las obras caritativas que él proponía. “Qué tal, encima
que trabajo gratis, no me quieren dar las facilidades”, pensaba siempre.
Muchas veces el dinero para crear parques, jardines o lozas
deportivas públicas salían de los bolsillos de los vecinos que, contagiados del
buen humor de Fulano, donaban algunos soles para que sus hijos tuviesen un mejor
lugar donde vivir.
Claro, a veces decidían organizarse, recolectar firmas e ir
nuevamente hasta la casa del Gobernador para que hiciese caso a su solicitud.
Entonces, cuando veían grandes masas, la situación era otra y el Gobernador
accedía a otorgarles el presupuesto.
Todos dirán hasta ahora que el Fulano es un hombre bueno.
Coincidió por esas fechas las elecciones para elegir un
nuevo Gobernador. Como Fulano y los vecinos no estaban muy contentos con el
actual Gobernador, vieron la oportunidad de cambiarlo por uno nuevo. Y así fue.
Un Candidato joven, hijo de hombres nacidos en el lugar, un
hombre emergente y que ha probado la pobreza igual que los vecinos surge como
la mejor opción para acabar con tanta “tontería” y “corrupción”.
Este nuevo candidato trabajaba de la mano con los vecinos, e
incluso de Fulano, quien por fin había encontrado un aliado. “Este sí hará un
buen trabajo, lo apoyaremos desde un principio, ganará y en agradecimiento nos
retribuirá aprobando los presupuestos para mejorar el lugar donde vivimos, es
más notará nuestra utilidad y capacidad y nos dará un cargo importante para
trabajar desde el gobierno y hacer más cosas aún”. Todos estaban entusiasmados,
los vecinos, Fulano y el candidato que, aceptó la ayuda de los demás porque
concibió que poseían buenas propuestas y los necesitaba para llegar al sillón
municipal.
La popularidad del nuevo candidato creció, la gente creía en
él y su principal garantía era Fulano quien siempre trabajó por los demás, y
ahora les presentaba un candidato a quien todos asumían que conocía como la
palma de su mano.
Poco tiempo después, y ya acercándose la fecha de las
elecciones, los partidos políticos más consolidadas vieron en el nuevo
candidato un adversario fuerte, una persona que al llegar no sólo les quitaría
el poder sino que los acusaría de corrupción y sacaría al aíre aquellos con facilidad
aquellos “negocios turbios” que acostumbraban a realizar durante su gobierno.
Como ya sabemos que el ladrón juzga por su condición, quienes
dejarían el poder asumieron que el nuevo candidato en cuanto pudiese, los chantajearía
para obtener todo lo que quisiese de ellos.
Temerosos, todos empezaron a acercarse al nuevo candidato,
un hombre nuevo en política, a quien empezaron a marear con dinero y el
“crecimiento político”.
-La gente te quiere, hoy puedes ser alcalde, mañana
congresista, y luego hasta presidente.
-Pero lo lograrás si un partido de trayectoria te garantiza,
como independiente es difícil –Le decían los otorongos al nuevo candidato.
Esto y muchas otras cosas más le dijeron, pero el candidato
asesorado por el Fulano, sabía lo que ellos querían y se negaron cortésmente.
La campaña política estaba al rojo vivo el Candidato era una
de las mejores opciones de los vecinos, pero no la única. Faltaba algo. ¿Pero
qué? Y entonces se vieron con el primer gran problema, aquél que le podría
truncar el sueño de ser el gobernador del pueblo: La plata. ¿Con qué plata se
haría la propaganda que él necesitaba? Pues bien, es allí, donde el Candidato y
el Fulano, se dieron cuenta que necesitarían que alguien apostara por ellos.
¿La empresa privada? “No, ellos no
sueltan la plata así no más, somos independientes, con ganas de trabajar pero
misios. Necesitamos de una organización que nos garantice”. Esto, les costaría
llevar el nombre de un partido político y ya no el de un grupo independiente.
Está de más decir que esta decisión no le agradó mucho a
quienes los seguían, ¿pero qué importa
perder decenas de votos cuando se gana cientos con la alianza de un partido
político de renombre?
Se dio así pues, el candidato del pueblo se convirtió en el
candidato de un partido. Muchos continuaron siguiéndolo porque estaban
convencidos de la buena voluntad del candidato y de fulano, de su plan de
trabajo y la visión que tenía para con su gente. El Fulano estaba contento
porque sabía que ganarían.
Llegaron las elecciones y pasó lo que estaba pronosticado.
El nuevo candidato se convirtió en el nuevo gobernador.
Para entonces ya se oía entre la gente decir que el
candidato era un vendido y que más le valía hacer las cosas como debía. Así
hablaban quienes dejaron de seguirlo cuando se unió a un partido político
tradicional.
Ya en el poder, el nuevo Gobernador no había encontrado las
cosas como creyó, el gobierno anterior prácticamente desapareció todos los
documentos posibles y le dejó trabas en el camino con la intención de que su
gobierno fracase y tengan la oportunidad de ser reelegidos cuatro años después.
El partido político empezó a cobrar su inversión desde entonces.
Un día aparecieron con tres personas diciéndole al gobernador:
-Estas
personas son de confianza y de mucha experiencia. Él será tu asesor, él el
encargado de fiscalización y él manejará las relaciones públicas –impusieron.
El nuevo gobernador quiso oponerse pues tenía en mente a
Fulano para su asesor, como siempre fue. Pero el periodo que duró la campaña
les había dado tiempo a los corruptos
para investigar l nuevo gobernador minuciosamente y al no encontrarle
nada que podrían usar en su contra, investigaron a su padre que cuando fue un
hombre de milicia, tuvo que escapar de la selva para salvar su vida “diremos
que tu padre es un traidor de la patria”. Atados de manos y pies, aceptó
Fulano no estaba contento con la decisión, pero desconocía
la razón de ésta.
Poco a poco, separaron a aquellos vecinos que habían
trabajado con él durante la campaña, y el partido político imponía cada vez con
más fuerza a su propia gente. Para ello, empleaba discursos tan bien
sustentados que el Gobernador terminó por creer que el Partido Político tenía
la verdad absoluta siempre.
El Fulano fue desplazado poco a poco hasta verse fuera del
gobierno. Entonces, cuando hubo de pasarle a él propiamente, decidió revelarse.
-¡Revocatoria! –gritaba por todas partes de la ciudad,
seguido por aquellos que también fueron apartados del gobierno.
Aludían que el nuevo gobernador era manipulado por los
intereses del partido y que ha dejado de ser del pueblo.
-¡Revocatoria! –se escuchaba por todas partes como un eco
que llegaba hasta el cerro más alto donde los más pobres que se sentían
abandonados plasmaban sus firmas en un documento.
-¡Revocatoria! –continuaban diciendo los activistas
sociales, vasos de leche, comedores populares y organizaciones juveniles
quienes recibían poco o nada del presupuesto del gobierno.
-¿Revocatoria? – se preguntaba el nuevo gobernador, mientras
observaba por su ventana a las personas que habían caminado junto a él durante
la campaña política y que hoy estaban en su contra.
-“Revocatoria” –le decían los del partido con una sonrisa
entre dientes- hagamos algunas áreas deportivas, unas cuantas pistas y veredas
y listo, se olvidan de la revocatoria.
Le aconsejaban al nuevo gobernador, que había caído en el
eterno círculo del poder, de los intereses propios y que acababa de darse
cuenta que esta realidad, es la de siempre ¿podría cambiarla él acaso?